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Los acantilados de Maro

En la Costa del Sol,justo en la frontera entre las provincias de Málaga y Granada, aunque mayormente situados en la primera,hay una zona de acantilados,de unos doce quilómetros de longitud,conocidos como los acantilados de Maro, o las calitas de Maro, por la cercana población del mismo nombre, pedanía del ayuntamiento de Nerja y donde se sitúa la famosa cueva. En algún lugar había leído algo sobre tal paraje, pero, aunque había pasado por allí, no me había detenido a verlo nunca. Anteayer, sin haberlo tenido previsto, decidí que la ola de calor que estamos pasando, y el hecho de ser viernes, eran unas magníficas excusas para visitar nuestro cercano litoral y comprobar si, como dicen, las playas que se forman entre los tajos, donde algún barranco desemboca en el mar,son una isla de tanquilidad en una costa tan masificada como ésta. A eso de las tres de la tarde, solo, como es mi sino, con un calor insoportable, cogí mi coche y allí me dirigí. Los acantilados están junto a la nacional trescientos cuarenta, y abarcan desde poco antes de la fontera entre las mencionadas provincias -yendo desde Granada hacia Málaga- hasta poco antes de la citada población de Maro. Provisto de la hoja correspondiente a la zona del mapa topográfico nacional recalé primero en Maro, donde tomé café. Cambié el sentido de la marcha - es decir, que tomé la carretera nacional trescientos cuarenta en sentido Granada, lo que es obligado si se quieren visitar los acantilados- y, efectivamente, a los pocos quilómetros vi un cártel anunciando un mirador en el que me detuve. Vi dos de las torres vigías que allá por el siglo XVI se construyeron para vigilar la costa y evitar la piratería y vi, unos metros debajo de donde yo estaba,la playa de las Alberquillas, que, pude confirmarlo, no estaba masificada. El secreto está en que no se puede acceder a estas playas en coche, sino que hay que dejarlo junto a la carretera, o en el mismo mirador, y bajar andando. Es así porque la zona esta protegida, es un paraje natural. Quizá sea ese el secreto para evitar que las playas se masifiquen y a la vez permitir que se bañe todo el que lo desee, impedir acceder a ellas directamente con coches. Sería una magnífica medida, ciertamente. El caso es que pasé la tarde así, mirando los acantilados. También bajé, por curiosidad, a una de las playas, casi vacía, aunque en este caso por la hora ya tardía -más de las nueve. Por cierto que en el camino de bajada me crucé con diez o doce personas todas ellas extranjeras. Me pregunto si no estarán esas playas ocupadas sólo por extranjeros. Ya lo comprobaré. Finalmente visité Almuñécar, ya de vuelta, por cuyo casco antiguo paseé. También pude ver, ésta vez desde el coche, el mercadillo nocturo que organzian en Salobreña ciertos días de la semana, debe ser que el viernes es uno de ellos. No tuve problemas de tráfico para regresar, aunque en sentido contrario la cola no bajaría de los veinte quilómetros. Llegué a mi chabola a eso de las doce de la noche.
Hay disponible información de la Junta de Andalucía sobre el paraje, incluyuendo mapas con los límites de la zona protegida y una galería de fotos, en la siguiente dirección
Pínchese aquí.

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